Hace algunos años, luego de mi separación, decidí dejar Iquique y comenzar una nueva vida en Salamanca. Sin embargo, esa etapa no fue fácil: caí en una profunda depresión. Sentía que estaba atrapada en un pozo del que no podía salir, y aunque busqué ayuda a través de psicólogos, psiquiatras y diversos tratamientos, nada parecía funcionar. Me sentía perdida, sin fuerzas ni esperanza.

Un día, vi un anuncio que describía exactamente lo que yo estaba viviendo. Al final del texto había un número de contacto, y aunque al principio dudé, algo dentro de mí me impulsó a llamar. Fue así como conocí a don Adolfo.

Desde el primer momento, su manera de trabajar fue clara, empática y profundamente efectiva. Comenzó a acompañarme en mi proceso de sanación con un compromiso real, y poco a poco todo empezó a cambiar. Aprendí a mirar mi vida desde otra perspectiva, comencé a soltar el dolor, y las cosas empezaron a fluir de manera distinta. Su apoyo fue constante, sincero, y estuvo presente incluso cuando uno de mis hijos atravesó un momento muy difícil producto de nuestra separación. Él también recibió su ayuda.

Hoy, casi 8 años después, puedo decir con total convicción que haber confiado en las terapias de don Adolfo fue una de las mejores decisiones que tomé. Su acompañamiento fue clave en mi proceso de sanación. Por supuesto, también fue fundamental mi deseo de salir adelante y la voluntad de ponerme en sus manos.

Agradezco profundamente a don Adolfo por haber sido una parte tan importante en mi camino. Si alguien me pregunta por una recomendación, no dudo ni un segundo en hablar de él. Porque gracias a su guía, hoy soy una mujer que volvió a encontrarse con la vida.

Con gratitud.   Carmen